La sanidad en Catalunya: diez años, cuatro instantes y un relato
Hemos tolerado recortes, corrupción, que las listas de espera no sean esenciales y que, al final, aquellos que son responsables construyan un relato falaz para justificarlo
Abril del 2010. Artur Mas
presidía el autoproclamado ‘Gobierno de los mejores’ con el apoyo del Partido Popular. Eran meses muy difíciles. Los efectos de la crisis que había estallado dos años antes resultaban devastadores. Los recortes de los presupuestos marcaban el ritmo de la vida política y social. En el caso de la sanidad pública, las tijeras las manejaba Boi Ruiz, recién llegado de la gran patronal del sector privado. La sociedad estaba en estado de shock. Los primeros en reaccionar fueron el personal sanitario, con movilizaciones en contra de los recortes.
Primer instante. La imagen de cientos de ‘batas blancas’ cortando la Ronda Litoral el 20 de abril de 2010 causó un gran impacto. Después, ya a finales del 2011, vino una convocatoria de dos días de huelga por parte de Metges de Catalunya. Pero lo más trascendente fue un vídeo grabado por el Dr. Miquel Vilardell, presidente del Colegio de Médicos y de la Comisión sobre la reforma de la sanidad que había creado Artur Mas.
Aquella intervención del Dr. Vilardell rompió los esquemas del ‘Gobierno de los mejores’. No era una revuelta de la base; («Que, ya se sabe, siempre protestan»), sino del corazón del sistema. Y no era una reivindicación profesional o laboral, era un grito de alarma: «Con la pérdida de médicos y personal de enfermería, de quirófanos, de habitaciones, de recursos … no podremos cumplir nuestro deber de curar y cuidar a los ciudadanos». Tanto el Sindicato Metges de Catalunya como el Dr. Miquel Vilardell pagaron cara la osadía de hacer frente al Govern, que los marcó con la cruz del ostracismo en todos sus resortes de poder político y mediático.
Segundo instante. La sanidad catalana aparece en las conversaciones grabadas entre el director de la Oficina Antifraude de Catalunya (OAC), Daniel de Alfonso, y el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz. «Les hemos dado en todos los morros con Ramón Bagó, les hemos destrozado el sistema sanitario, les hemos acusado…», decía De Alfonso el año 2016 en una referencia implícita a los diversos casos de presunta corrupción en la sanidad pública catalana, como el holding empresarial Innova o el del Consorcio Hospitalario de Catalunya (presidido por Bagó), ambos investigados por la misma OAC en 2012.
La frase «les hemos destrozado el sistema sanitario», pronunciada desde las cloacas del Estado y en el marco de la guerra sucia contra el independentismo, se convirtió en todo un símbolo para el relato del ‘Procés’
Tercer instante. En noviembre de 2018 estalla una nueva protesta de la comunidad sanitaria, esta vez centrada en la Asistencia Primaria. El éxito de la huelga fue absoluto. De nuevo, los sanitarios tenían el atrevimiento de ir a contracorriente. No pedían dinero, sino tiempo para atender a los pacientes y más recursos para frenar las listas de espera. Pero el portavoz de Junts per Catalunya, Eduard Pujol, lo veía de forma diferente: «Las listas de espera no son lo esencial. A veces nos distraemos con cuestiones que no son las esenciales». Lo único importante era el Procés hacia la independencia. La Sanidad volvía a ser un estorbo. (Eduard Pujol había sido durante años el responsable de la emisora con más audiencia de Catalunya).
Cuarto instante. El mensaje se iba preparando desde que estalló la pandemia. ¿Cómo podemos utilizar la peor crisis de salud que ha sufrido la humanidad en cien años para alimentar el relato del Procés? Pues la portavoz del Govern lo verbalizó en pocas palabras: «En una Catalunya independiente, estoy segura de que no habría habido ni tantos muertos ni tantos infectados». Dos días después, el presidente de la Cámara de Comercio, Joan Canadell, lo simplificó aún más en un tuit: «España es paro y muerte, Catalunya es vida y futuro».
Diez años después de aquella primera protesta, podríamos deducir que una parte significativa de la sociedad catalana, y de los medios de comunicación, ha tolerado que su sistema de salud sufra recortes brutales, que no se salve de la corrupción, que las listas de espera no sean esenciales y que, al final, aquellos que son responsables construyan un relato supremacista y falaz para justificarlo todo.
Una parte significativa de la sociedad catalana ha avalado con su voto estas decisiones y el discurso que las justifica. Podría ser un buen motivo de reflexión por el tiempo de confinamiento, mientras los sanitarios se juegan la vida para salvarnos.
Este artículo ha sido publicado originalmente en Diari de Tarragona