miércoles, 1 de enero de 2020

NO A LA LEY ARAGONES (cas/cat)


PAREMOS LA LEY ARAGONES/ATUREM LA LLEI ARAGONÈS

Los medios de comunicación mayoritarios no se están haciendo eco de la noticia, como no podía ser de otra manera, pero la realidad frente a la que nos encontramos en el momento presente es que todos los grupos políticos del Parlament de Catalunya, con la excepción de la CUP y de Catalunya En Comú-Podem, están negociando en la Comisión de
Economía y Hacienda la medida con la que se pretende arrasar las principales prestaciones en las que se basa el Estado del Bienestar. Se trata de la Llei de contractes de serveis a les persones, algo más conocida como “llei aragonés, y el objetivo perseguido no es otro que el de llevarla al Pleno del Parlament para aprobarla de forma inminente.

¿Cuál es el motivo por el que apenas hayamos oído hablar hasta la fecha de este asunto? Pues, precisamente, su extrema gravedad. Se pretende que no exista debate político y mediático, no solo en función de los intereses creados que giran alrededor de esta ley sino también ante unas más que probables elecciones autonómicas que obligarían a posicionarse a los partidos al respecto y la ciudadanía podría observar con más claridad el papel representado por cada uno de ellos en la tramitación de dicha norma.

Si no impedimos su tramitación, la “ley aragonés” se convertirá en la medida legal más reaccionaria y antisocial que habrá tenido lugar en Cataluña en toda su historia democrática, a la par que en el peor precedente posible para el resto de España.

El Govern de la Generalitat y ERC -responsable directa- justifican la norma a través de argumentos contrarios a lo que ésta pretende en realidad; quieren hacernos creer que su finalidad no es otra que la de garantizar el mejor proceder en la licitación de los servicios públicos que vayan a ser externalizados, así como la de velar para que no prime la oferta más baja a la hora de adjudicar una determinada prestación y que las empresas caracterizadas por firmar convenios menos lesivos para sus empleados sean recompensadas con una puntuación más alta.

Los hechos, sin embargo, son bien distintos. El catálogo de buenas intenciones no es capaz de enmascarar que la externalización de servicios es de facto una vergonzante privatización de los mismos. El verdadero objetivo consiste en establecer el procedimiento que permita abrir la veda de las privatizaciones masivas en Cataluña. Tanto es así, que a la parte más estrictamente técnica de la ley se le adjunta lo que no es otra cosa que un inventario en el que se enumeran más de 240 servicios que abarcan no solo sectores como la Sanidad, la Educación y los Servicios Sociales, sino también el servicio de ocupación, el deporte y los servicios a la comunidad. No se trata, como describe la ley de manera hipócrita, de que el aspecto económico no sea el único a tener en cuenta a la hora de contratar una empresa para que nos brinde una determinada prestación, sino que los fundamentos del Estado del Bienestar y, en consecuencia, de la propia democracia, no son mercadeables y no podemos permitir que se ajusten, en modo alguno, a la ley de la oferta y la demanda, sino que son derechos universales e inalienables que pertenecen a la ciudadanía.
Externalizar una prestación social significa convertirla en un negocio particular en el que se va a priorizar la obtención del máximo beneficio mediante el mínimo coste y en el que los usuarios del servicio se convierten en clientes de una firma. Por mucho que la Administración prometa premiar a la empresa que demuestre buenas prácticas, las reglas del mercado seguirán prevaleciendo y ello se traducirá en la degradación paulatina de la atención prestada.

El deterioro de un servicio es una circunstancia que siempre va acompañada y está intrínsecamente relacionada con el empeoramiento de las condiciones de trabajo de los profesionales que desempeñan su actividad en estos ámbitos. Decir que se va a premiar a las empresas o entidades cuyos convenios sean más considerados con los trabajadores equivale a eludir la realidad de un sector privado donde la negociación colectiva se encuentra regularmente sumida en la parálisis y el colapso en el contexto de las sucesivas reformas laborales que seguimos padeciendo. Estamos hablando de plantillas precarizadas y de recursos materiales e instalaciones cada vez más deficientes como resultado de la reducción de costos en aras de una mayor competitividad. Esto se traduce en horas de trabajo y, con frecuencia, salarios completos atrasados o directamente impagados; en jornadas laborales draconianas y cambiantes que imposibilitan la conciliación de la vida laboral con la profesional y la personal y familiar; en contrataciones por debajo de la categoría profesional; en equipos profesionales desestructurados, llevados al límite de sus capacidades y a los que suele culparse del caos propiciado por un modelo de funcionamiento del cual ellos son las primeras víctimas y denunciantes. Es por este último punto que se produce la persecución de la actividad sindical y el acoso y despido a todo empleado que reivindique sus derechos.

Sin embargo, lo más grave radica en el hecho de que este grado de explotación recae de forma brutal sobre las mujeres trabajadoras, puesto que son ámbitos especialmente feminizados y el sobretrabajo  y las dificultades en la conciliación que ya son habituales en toda mujer se hacen patentes de manera todavía más dramática en estas profesionales.

El Ejecutivo catalán ha dado muestras de una gran cobardía por haber achacado esta ley a las prescripciones de la Directiva 2014/24/UE, del Parlamento Europeo y del Consejo, de 26 de febrero de 2014, sobre contratación pública, así como a la Ley 9/2017 de Contratos del Sector Público,   porque lo cierto es que la directiva europea deja en manos de las diferentes Administraciones públicas la posibilidad de escoger entre diferentes modelos de gestión y en absoluto obliga a optar por el que ha elegido el equipo de Pere Aragonès. Por su parte, la ley española lo que hace es remitirse a la europea, sin que ni tan solo haga una recomendación en un sentido determinado. Es la nueva ley catalana la que prescribe un modelo abiertamente neoliberal, si bien sabemos más que de sobras que los partidos que gobiernan la Generalitat nunca son capaces de asumir sus propias decisiones cuando éstas son impopulares y utilizan la burda estrategia de ampararse en una supuesta obediencia debida a instancias superiores. Al fin y al cabo, la experiencia nos dice que ellos han sido y siguen siendo los primeros defensores y ejecutores de los programas de gobierno más salvajemente antisociales.

De hecho, otra de las artimañas de las que están haciendo gala el Govern  y sus medios de propaganda afines parece consistir en insinuar la radicalidad e intransigencia de las voces críticas con esta norma. En este caso, la realidad vuelve a ponerles en evidencia una vez más si constatamos que nada menos que el Tribunal de Cuentas Europeo (TCE), en su reciente informe especial Asociaciones público-privadas en la UE: Deficiencias generalizadas y beneficios limitados (1) condena explícitamente el tipo de manejos en la relación entre el sector público y el sector privado que el gobierno del Principado quiere convertir en marco legal de carácter general para los años sucesivos.

Seamos claros: ¿quién es el radical aquí? No hay más radicales y antisistema que aquellos que tiran la piedra y esconden la mano, aquellos que afirmando pretender garantizar la mejor gestión de los servicios públicos los venden a empresas, falsas cooperativas y tinglados varios en los que ha llegado a demostrarse la participación de cargos políticos. Son radicales, en definitiva, aquellos que han reventado el pacto social sobre el que se sustenta la democracia a través de incesantes e insaciables contrarreformas que están destruyendo el Estado Social y Democrático de Derecho.

No podemos esperar ni un minuto más; la situación exige una respuesta inmediata y abrumadora del conjunto de la ciudadanía. Nuestro presente y nuestro futuro nos exigen parar la “Ley Aragonès” y hacerlo cuanto antes.



(1)  https://www.eca.europa.eu/Lists/ECADocuments/SR18_09/SR_PPP_ES.pdf





Els mitjans de comunicació majoritaris no s'estan fent ressò de la notícia, com no podia ser d'una altra manera, però la realitat enfront de la que ens trobem en el moment present és que tots els grups polítics del Parlament de Catalunya, amb l'excepció de la CUP i de Catalunya a Comú-Podem, estan negociant a la Comissió d'Economia i Hisenda la mesura amb la qual es pretén arrasar les principals prestacions en què es basa l'Estat del Benestar. Es tracta de la Llei de Contractes de serveis a les persones, una mica més coneguda com "Llei aragonès, i l'objectiu perseguit no és altre que el de portar-la al Ple del Parlament per aprovar-la de forma imminent.

Quin és el motiu pel qual amb prou feines hàgim sentit parlar fins a la data d'aquest assumpte? Doncs, precisament, la seva extrema gravetat. Es pretén que no hi hagi debat polític i mediàtic, no només en funció dels interessos creats que giren al voltant d'aquesta llei sinó també davant unes més que probables eleccions autonòmiques que obligarien a posicionar als partits al respecte i la ciutadania podria observar amb més claredat el paper representat per cada un d'ells en la tramitació d'aquesta norma.

Si no impedim la seva tramitació, la "llei aragonès" es convertirà en la mesura legal més reaccionària i antisocial que haurà tingut lloc a Catalunya en tota la seva història democràtica, al mateix temps que en el pitjor precedent possible per a la resta d'Espanya.

El Govern de la Generalitat i ERC -responsable directa- justifiquen la norma a través d'arguments contraris al que aquesta pretén en realitat; volen fer-nos creure que la seva finalitat no és altra que la de garantir el millor procedir a la licitació dels serveis públics que hagin de ser externalitzats, així com la de vetllar perquè no prevalgui l'oferta més baixa a l'hora d'adjudicar una determinada prestació i que les empreses caracteritzades per signar convenis menys lesius per als seus empleats siguin recompensades amb una puntuació més alta.

Els fets, però, són ben diferents. El catàleg de bones intencions no és capaç d'emmascarar que l'externalització de serveis és de facto una vergonyant privatització dels mateixos. El veritable objectiu consisteix a establir el procediment que permeti obrir la veda de les privatitzacions massives a Catalunya. Tant és així, que a la part més estrictament tècnica de la llei se li adjunta el que no és altra cosa que un inventari en el qual s'enumeren més de 240 serveis que abasten no només sectors com la Sanitat, l'Educació i els Serveis Socials, sinó també el servei d'ocupació, l'esport i els serveis a la comunitat. No es tracta, com descriu la llei de manera hipòcrita, que l'aspecte econòmic no sigui l'únic a tenir en compte a l'hora de contractar una empresa perquè ens brindi una determinada prestació, sinó que els fonaments de l'Estat del Benestar i, en conseqüència, de la mateixa democràcia, no són mercadeables i no podem permetre que s'ajustin, de cap manera, a la llei de l'oferta i la demanda, sinó que són drets universals i inalienables que pertanyen a la ciutadania.



Externalitzar una prestació social significa convertir-la en un negoci particular en el qual es prioritzarà l'obtenció del màxim benefici mitjançant el mínim cost i en el qual els usuaris del servei es converteixen en clients d'una firma. Per molt que l'Administració prometi premiar l'empresa que demostri bones pràctiques, les regles del mercat seguiran prevalent i això es traduirà en la degradació gradual de l'atenció prestada.

El deteriorament d'un servei és una circumstància que sempre va acompanyada i està intrínsecament relacionada amb l'empitjorament de les condicions de treball dels professionals que desenvolupen la seva activitat en aquests àmbits. Dir que es va a premiar les empreses o entitats els convenis siguin més considerats amb els treballadors equival a eludir la realitat d'un sector privat on la negociació col·lectiva es troba regularment sumida en la paràlisi i el col·lapse en el context de les successives reformes laborals que seguim patint. Estem parlant de plantilles precaritzades i de recursos materials i instal·lacions cada vegada més deficients com a resultat de la reducció de costos en nom d'una major competitivitat. Això es tradueix en hores de treball i, sovint, salaris complets endarrerits o directament impagats; en jornades laborals draconianes i canviants que impossibiliten la conciliació de la vida laboral amb la professional i la personal i familiar; en contractacions per sota de la categoria professional; en equips professionals desestructurats, portats al límit de les seves capacitats i als que sol culpar-se del caos propiciat per un model de funcionament del qual ells són les primeres víctimes i denunciants. És per aquest últim punt que es produeix la persecució de l'activitat sindical i l'assetjament i acomiadament a tot empleat que reivindiqui els seus drets.

No obstant això, el més greu rau en el fet que aquest grau d'explotació recau de forma brutal sobre les dones treballadores, ja que són àmbits especialment feminitzats i el treball excedentari i les dificultats en la conciliació que ja són habituals en tota dona es fan patents de manera encara més dramàtica en aquestes professionals.



















L'Executiu català ha donat mostres d'una gran covardia per haver atribuït aquesta llei a les prescripcions de la Directiva 2014/24 / UE, del Parlament Europeu i del Consell, de 26 de febrer de 2014, sobre contractació pública, així com a la Llei 9/2017 de Contractes del Sector Públic, perquè la veritat és que la directiva europea deixa en mans de les diferents administracions públiques la possibilitat d'escollir entre diferents models de gestió i en absolut obliga a optar pel qual ha triat l'equip de Pere Aragonès . Per la seva banda, la llei espanyola el que fa és remetre a l'europea, sense que ni tan sols faci una recomanació en un sentit determinat. És la nova llei catalana la que prescriu un model obertament neoliberal, tot i que sabem més que de sobres que els partits que governen la Generalitat mai són capaços d'assumir les seves pròpies decisions quan aquestes són impopulars i utilitzen la barroera estratègia de emparar-se en una suposada obediència deguda a instàncies superiors. Al cap ia la fi, l'experiència ens diu que ells han estat i segueixen sent els primers defensors i executors dels programes de govern més salvatgement antisocials.

De fet, una altra de les estratagemes de les que estan fent gala el Govern i els seus mitjans de propaganda afins sembla consistir en insinuar la radicalitat i intransigència de les veus crítiques amb aquesta norma. En aquest cas, la realitat torna a posar-los en evidència un cop més si constatem que ni més ni menys que el Tribunal de Comptes Europeu (TCE), en el seu recent informe especial Associacions publicoprivades en la UE: Deficiències generalitzades i beneficis limitats (1) condemna explícitament el tipus de maniobres en la relació entre el sector públic i el sector privat que el govern del Principat vol convertir en marc legal de caràcter general per als anys successius.

Siguem clars: qui és el radical aquí? No hi ha més radicals i antisistema que aquells que tiren la pedra i amaguen la mà, aquells que afirmant pretendre garantir la millor gestió dels serveis públics els venen a empreses, falses cooperatives i embulls diversos en els quals s'ha arribat a demostrar la participació de càrrecs polítics. Són radicals, en definitiva, aquells que han rebentat el pacte social sobre el qual se sustenta la democràcia a través d'incessants i insaciables contrareformes que estan destruint l'Estat Social i Democràtic de Dret.

No podem esperar ni un minut més; la situació exigeix ​​una resposta immediata i aclaparadora del conjunt de la ciutadania. El nostre present i el nostre futur ens exigeixen aturar la "Llei Aragonès" i fer-ho com més aviat millor.


















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